La cachetada de Irma Serrano a Diaz Ordaz

Un romance inusual: Irma Serrano y Gustavo Díaz Ordaz

La historia de México ha sido testigo de numerosos escándalos y romances que han trascendido las barreras del tiempo. Sin embargo, pocos han sido tan comentados y debatidos como el amorío entre la icónica artista Irma Serrano, conocida popularmente como “La Tigresa“, y el expresidente Gustavo Díaz Ordaz

Más allá de los rumores y las especulaciones, este romance estuvo marcado por un episodio que se convirtió en leyenda: la cachetada que Serrano propinó al mandatario.

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La lujosa casa y los celos de la primera dama

Irma Serrano, con su voz inconfundible y su presencia escénica, se había consolidado como una de las artistas más importantes de México en la década de 1960. Por otro lado, Gustavo Díaz Ordaz, un político de carrera, asumió la presidencia de México en 1964, en un periodo marcado por tensiones políticas y sociales. A pesar de pertenecer a mundos aparentemente opuestos, los caminos de Serrano y Díaz Ordaz se cruzaron, dando inicio a un romance que, según cuentan, duró más de cinco años. Como muestra de su afecto, Díaz Ordaz le regaló a “La Tigresa” una lujosa casa en Jardines del Pedregal, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México.

Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. La primera dama, sintiendo celos y despecho por la relación de su esposo con la artista, decidió tomar cartas en el asunto. A través de Luis Echeverría, quien más tarde se convertiría en presidente, orquestó una serie de sabotajes contra los proyectos cinematográficos de Serrano. Además, giró oficios a empresarios del espectáculo para que no contrataran a “La Tigresa”, dejándola prácticamente en el ostracismo.

La audaz serenata y la legendaria cachetada

Pero “La Tigresa”, lejos de amedrentarse, decidió enfrentar la situación de una manera audaz y desafiante. Armada con un mariachi, se presentó en Los Pinos en plena madrugada. Pero su serenata no fue dirigida a Díaz Ordaz, sino a la primera dama, en un claro acto de desafío.

El mandatario, al escuchar la serenata, salió de su habitación y, fingiendo sorpresa, saludó a Serrano desde la distancia. Fue entonces cuando “La Tigresa”, en un arrebato de ira y pasión, se acercó y le propinó una sonora cachetada al presidente. El impacto fue tal que, según se dice, la retina de Díaz Ordaz se desprendió debido al golpe.

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La persistente sombra de un amorío polémico

El estado mayor presidencial, la guardia que siempre acompañaba al mandatario, cortó cartucho e inmediatamente apuntó sus armas hacia Serrano, listos para defender al presidente. Sin embargo, Díaz Ordaz, aún con el rostro ardiendo por el golpe, les ordenó bajar las armas y no tomar represalias contra la artista.

En un país donde el respeto hacia la figura presidencial era una norma no escrita, el acto de desafío de Serrano fue visto como un gesto de rebeldía y audacia sin precedentes. La noticia de la cachetada corrió como pólvora, alimentando aún más la leyenda en torno a la relación entre la artista y el mandatario.

Aunque muchos consideraron la cachetada de La Tigresa como una clara falta de respeto, otros lo vieron como una muestra de su carácter indomable y su rechazo a ser subyugada, incluso por el hombre más poderoso de México.

Con el paso del tiempo, la relación entre Irma Serrano y Gustavo Díaz Ordaz se convirtió en material de crónicas, libros y programas de televisión. Aunque ambos continuaron con sus vidas y carreras, la sombra de su romance y la famosa cachetada nunca dejaron de perseguirlos.

El amorío entre La Tigresa y Díaz Ordaz es una fascinante mezcla de amor, poder y rebeldía. Una historia que, sin duda, seguirá siendo contada y debatida por generaciones futuras.

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